Sylvia B. Corrêa

Caminos plásticos

La acuarela es una de las técnicas más fascinantes por exigir del artista que se consagra a ella, en el mínimo, dos virtudes esenciales: una cierta velocidad, en vista del contacto con la fluidez del agua que pide un tiempo muy diferente de otras técnicas, como la pintura al óleo, por ejemplo, y saber trabajar con una cierta dosis de improvisación, en vista del diálogo entre el pigmento, el aglutinante y el líquido que ofrece sorpresas normalmente maravillosas, pero necesitan ser aprovechadas.
Para la acuarela llegar al su mejor resultado, por consiguiente, hay numerosas variables y la artista Sylvia B. Corrêa trabaja cada una de ellas a su propia manera, alcanzando, por lo menos, tres modalidades de resultados muy interesantes, cada uno dellos dentro de un asunto, pero siempre integrado por la búsqueda de la composición y el dominio del color.
Nacida en Ribeirão Preto, São Paulo, Brasil, el 16 de diciembre de 1949, Sylvia tiene en su código genético un histórico de artistas y educadores. Su abuelo materno, pintor y poeta, y su padre, dibujante e ilustrador, de pronto tomaron sus manos para llevarla al encuentro con las artes y la enseñanza, caminos que sigue asta hoy en su estudio y enseñando, como voluntaria, clases de artes a jóvenes desafortunados en el Centro Social Brooklin Paulista - SP.
La acuarela penetró en su vida profesional desde 1992, teniendo como maestros Fábio Cembranelli y Myra Nunes Piloto. Partiendo de eso aprendizaje y de muchas otras que fue adquiriendo, desarrolló su propio estilo, estableciendo una relación con el mundo en que la acuarela es fundamental.
De los tres caminos mencionados, el más conocido del público es él de las flores. Sean ellas las orquídeas, tulipanes u otros seres naturales dominados por los colores, Sylvia las pone en el papel con un gran poder de observación y dominio de su oficio. Atrae atención peculiar el manejo del blanco con confianza en sí mismo, osándose en el uso de un color que involucra gran dominio y demanda extraordinario cuidado.
Un segundo camino, menos conocido, pero quizá más instigador en cuanto creación de atmósferas, es el de interiores. Aquí, las ventanas funcionan como entradas de luz misteriosas, haciendo posible el establecimiento de estados auténticos del espíritu entre lo que se ve dentro de un cuarto cerrado y lo que se imagina por detrás de la claridad que la ventana permite traspasar.
La misma relación entre lo que se ve y lo que se imagina si hace presente en la serie de cuerpos desnudos que el artista desarrolló. La magnitud de la criatura humana en medio de un universo casi siempre hostiles si pone intensamente vívido en cada imagen. Son figuras seguras en sí mismas, pero, paradójicamente, claman por socorro en suyas conciencias humanas.
La delicadeza y la exactitud técnica de las flores, la sensibilidad expresada en la ejecución de cada escena interna y la mezcla entre la relajación y tensión en los cuerpos desnudos son senderos que hacen sobresalir la capacidad de Sylvia B. Corrêa de hacer en cada nuevo trabajo una significante conquista plástica.

Oscar D’Ambrosio, periodista, es un maestro en Artes Visuales por el Instituto de Artes (IA) de UNESP, campus de São Paulo e integra la Associação de Críticos de Arte (AICA-Seção Brasil).